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El caos controlado de mi mesa de trabajo

CRONICAS DE UN PUEBLO II

CRONICAS DE UN PUEBLO II  Siempre llevo conmigo una pequeña libreta, donde si tengo tiempo y ganas, y se conjugan además de estas dos coincidencias el tener algo que anotar, rasgo el papel con ideas con las que, tras un proceso de alquimia lingüística, a veces traslado los garabatos al procesador de texto, y entonces, si me parece apropiado lo cuelgo por aquí. Suele ocurrir que estas anotaciones quedan encerradas entre las páginas del pequeño bloc, a la espera que se me ocurra abrirlas, echarles una ojeada y con mucha frecuencia pensar en lo absurdo que hay escrito, en que si por alguna casualidad lo perdiese, si alguien lo encontrase y tuviese la extraordinaria paciencia de descifrar mi letra (cosa difícil pues a veces incluso a mi me cuesta), seguramente pasaría un buen rato riéndose a mi costa.

Y allí, en el fondo del macuto, escondida, estaba la libreta, casi desde el final del verano, como amante olvidada, sin que le hiciese el menor caso, esperando a estar de nuevo entre mis manos, a ser contemplada, y acariciada por mis dedos, esperado no sentirse un inútil peso para mis hombros, sino una fiel compañera; hasta que al fin la abrí, y repasé los últimos garabatos, recordando el pasado verano, pequeños episodios de mis días de vacaciones, y más concretamente de el día de mi llegada al pueblo, ese día que condensa la alegría de reencontrarse al cabo de unos meses sin vernos, y la cantidad de cosas que teníamos por hablar, las risas que durante el resto de los días nos quedaban por echa. Ese día...

Recuperé como pude el aliento perdido durante la subida por las empinadas cuestas, apoyándome de vez en cuando, ahora en la pared de un lado de la estrecha calle, ahora en la pared del lado opuesto. Para cualquiera que me hubiese podido observar debía presentar un aspecto patético, pero por fortuna, las horas de la madrugada en que se producía la escalada hacia mi casa, situada en uno de los puntos más elevados del pueblo, no se prestaban a las miradas curiosas, pero aunque así hubiese ocurrido, la verdad es que en el estado en que me encontraba, me hubiera sido del todo indiferente.

Una tarde compartiendo copas y conversaciones con los amigos, más copas y más conversaciones y más copas..., hasta que ya de madrugada las conversaciones se hicieron espesas, ininteligibles, y solo las copas seguían allí manteniendo una cierta coherencia señalando el tiempo en forma de vasos desordenados y medio vacíos sobre la mesa.

Es el momento en el que ya se decide dar por concluida la noche, retirarse cada uno a su casa, y los anfitriones a su cama, y mañana más... Y así hacía yo camino a la mía, dando tumbos, y muy a pesar del ron, aun con la mente bullendo de ideas y cavilando en lo absurdo de la situación, pues debería haber estado ausente, con la cabeza flotando en los vapores etílicos, y en cambio me parecía estar más lúcido que en otras ocasiones, pensaba en que era plenamente consciente de mi estado, en que en ese momento no había nada mejor que estar borracho con la consciencia de estar en un estado perfecto, con una extraordinaria a la vez que extraña claridad, que mantenía mi cerebro despierto.

Todo detalle durante el camino lo contemplaba, a pesar de la oscuridad de la noche con un detalle que en estado ebrio jamás había apreciado, los desconchones en esa fachada que el desgaste va ajando sin que se ponga remedio, mientras que a su lado la otra presenta un aspecto cuidado, esa puerta con la cerradura antigua, que me daba por pensar en el tamaño de la llave, y en lo incómodo de llevarla en el bolsillo, esos cables de la luz, laberínticos, afeando las fachadas, la cruz de los caídos, o la placa en la puerta de la iglesia, vergüenzas que aun siguen pretendiendo señalar que hubieron muertos por un Dios del que niego su existencia o por una España a la que me es imposible querer, y que después de tantos años ahí están, dando ese absurdo y cruel testimonio.

Así que, ya jadeando, llegué a la pequeña placeta detrás de mi casa, entre el embotamiento producto del alcohol ingerido y ese estado de ebullición mental. Y pensando que debía anotarlo, sacar libreta y bolígrafo y escribirlo o por la mañana ya sería tarde, y nada de lo que entonces tenía en la cabeza sería recordado.

Así que, como decía, cuando por fin me decidí a desenterrar mis notas me encontré con garabatos sin sentido, indescifrables. Pero algo permaneció y se mantuvo en mi memoria, y el recuerdo de aquella noche me llevó a verme allí, en esa placeta, sentado luchando por mantener firme el bolígrafo y quieta la libreta para poder escribir algunas palabras, pero sin conseguirlo.

Definitivamente, el alcohol si que hizo efecto...







13 comentarios

Suleiman -

Lamentablemente si...
Amigo Carvalho, como siempre tiene usted razón, primero fue el calor, ahora el frío parece que hiela mis ideas y enfría mis ganas de teclear, eso además de un final de semestre universitario que me está resultando agotador.
Pero ya se acaba... Y espero colgar de nuevo en poco tiempo alguna cosilla.

Como siempre un abrazo Carvalho, y gracias por animarme a continuar castigando con mis palabras a quienquiera que se acerque por aqui.

carvalho -

¡Vago¡

Suleiman -

Carvalho... Lo reconozco, lo estaba pidiendo ;-) TOUCHE!!!

carvalho -

En todo caso dirían "Lek është lek". Estabas pidiendo la sorpresa a gritos, reconócelo.

Suleiman -

y aquello de "la pela es la pela" tampoco suena por esos lares, oi?
jajaja

Carvalho -

Aunque ahí no oí decir que fuera albanés todo aquel que vive y trabaja en Albania.

Carvalho -

Es una de las ventajas de haber sido catalán (viví y trabajé en Cataluña). Algún dia igual te sorprendo con el albanés.

Suleiman -

Lo dicho, una verdadera caja de sorpresas, a cual más agradable.
Un abrazo!!!

Carvalho -

Nivel C.

Suleiman -

Anda!
Carvalho, es usted una caja de sorpresas!
Moltes mercès!

Carvalho -

Fes un escaneig a bon tamany d'un full de la teva llibreta. Enganxa'l sobre la placa. Segur que és mes interessant que el que hi ha gravat en pedra i mes representatiu del que pensem els espanyols.
¡Coño aún recuerdo el catalán¡

Suleiman -

Això sembla, Desmond, això sembla. Els fantasmes del passat, que no perdonen.
Salut!

Dessmond -

Veig que vagis on vagis, amb el punt d'alcohol que sigui, acabes petant amb un Primo de Rivera.