Papeles que hacen equilibrios por no caer de la mesa, bolígrafos desparramados que se pelean por un lugar entre ceniceros, mecheros, y tantos estorbos que podrían parecer más propios de un adolescente carente de sentido de responsabilidad y orden que de una persona adulta. Lo que forma parte de mi pequeño espacio donde me recojo a estudiar y, en ocasiones, a dejar que mis manos martilleen el teclado y vayan apareciendo en la pantalla palabras y más palabras que nunca esperé que nadie leyese.
Será que el paso de los años me confiere esa capacidad reflexiva que me dice que, quizás, las ideas se hacen más llevaderas y no martillean tanto la cabeza si las lanzas o las escupes en un pedazo de papel o, ya que estamos en la era de la informática, en un pedazo de Internet.