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El caos controlado de mi mesa de trabajo

LA PUERTA

LA PUERTA

Los goznes estaban trabados y los dientes de la cerradura, muy probablemente cubiertos de orín, no permitían el giro de la llave, de manera que todo parecía haberse conjurado para que aquella puerta permaneciese cerrada, encajada casi herméticamente en su marco. Solo ocasionalmente ligeros hilillos de luz, apenas perceptibles, se filtraban entre la puerta y el suelo y a través del agujero de la cerradura, apenas lo justo para que su tenue claridad iluminase la estancia confiriéndole un aspecto sombrío y desangelado, y aun así suficiente para poder moverse dentro de ella sin tropezar, aunque siempre con todos los movimientos previamente ensayados de antemano. Era la luz que, otrora, había dado a la sala lo mejor de sus días, acogiendo en su interior a los invitados más alegres, cuyo alborozo podía apreciarse e incluso disfrutarse desde el exterior de la sala.

En cambio, ahora, solo los ácaros y las pequeñas motas de polvo parecían danzar y ser felices dentro de esa fina línea luminosa que, de tanto en cuando, atravesaba toda la habitación partiendo desde la cerradura.

Los bulliciosos ruidos que antes atronaban en la sala, el torrente de carcajadas, que se deslizaba velozmente y que algunas veces, de tan intensos, asemejaban el rugir del agua al colisionar en las rocas bajo una cascada, habían también desaparecido. Y la gruesa puerta aislaba los sonidos que provenían del otro lado, convirtiéndolos en imperceptibles murmullos, ecos que sonaban, ahora, demasiado lejanos.

Solo ocurría de vez en cuando, y ya últimamente con menos frecuencia, que parecían distinguirse en el exterior con cierta claridad los sonidos de risas y alegres discusiones, semejantes a los que otras veces habían llenado la sala, y que se acercaban a la puerta, a la vez que la claridad que se filtraba aumentaba de intensidad. Pero más tarde volvían a alejarse, y todo retornaba de nuevo al silencio y la penumbra.

Hubo cierta ocasión, cuando hacía ya mucho tiempo desde la última vez que la puerta había permanecido abierta, que el sonido de risas, la agitación de alegres palabras y los gritos de júbilo, llegaron a traspasar la gruesa madera de la puerta, pareciendo hacerse incluso inteligibles desde dentro. El rayo de luz, entonces, se tornó tan intenso que, esta vez, las briznas de polvo que danzaban en su interior se agitaron en un baile frenético, queriendo abandonar la prisión que suponía permanecer en ese tubo brillante, y a pesar de la aun débil iluminación, el mobiliario de la sala volvió a quedar visible, se podía incluso pasear por ella con precaución, pero sin la necesidad de guiarse por los movimientos mecánicos a los que se estaba antes obligado.

Resonaron golpes en la puerta, intentos de apertura que, en vano, trataban de empujarla. La luz que entraba por la cerradura se apagó por un instante, aunque no totalmente, en un fútil intento de hacer girar una llave que, aunque quizás parecida, no eran sus dientes los que encajaban, y aunque así fuese, quien sabe si el óxido hubiese permitido que girase el pestillo. Y así, tras unos cuantos intentos nulos, todo regresó a la situación anterior, de nuevo el silencio, de nuevo la penumbra, de nuevo la espera…

Pero una puerta siempre puede ser abierta, a veces con la pericia del cerrajero o la destreza del ladrón, otras, con el paso del tiempo, la humedad, el calor, u otros elementos que pueden desgastarla y desencajarla de su marco; con la fuerza de quien, ya desesperado, le da un fuerte y rabioso empujón o encuentra la palanca con la que sacarla del quicio. Y puede ocurrir que alguien encuentre una llave y, emulando la gesta de Arturo al desprender Excálibur de su roca, tenga la magia que consiga que la cerradura gire sin problemas, y que esa misma magia haga de nuevo entrar todo lo que se arrastró al exterior en un arrebato de desengaño.

El tiempo no ceja en su empeño, avanza inexorable, y aunque la puerta sigue ahí, parece haberse deteriorado con su paso. Además, ahora los golpes parecen sucederse cada vez con más frecuencia, la claridad que tímidamente ilumina la habitación es cada vez más permanente e intensa, y los sonidos más nítidos, hasta las voces que se escuchan al otro lado parecen en estos momentos tener algún sentido, y aunque la puerta parece querer resistirse a ser abierta, quizás muy pronto permitirá otra vez el tránsito. Tal vez de nuevo entren a tropel los invitados, sus risas o sus llantos y su compañía, y regrese la claridad que me permita contemplar sus caras.

Y si todo ello ocurre, que la puerta pase a ser, mientras permanezca abierta, una simple parte del decorado, un mueble más. Esta vez, si así sucede, habrá que ponerle una falca cuando se abra, no sea que, como la otra vez, una desgraciada corriente de aire la cierre.



8 comentarios

Suleiman -

Disculparte? Carvalho, no hay nada que disculpar, al contrario, más bien agradecerte, por un lado tu visita, y por otro todo lo que puedas comentar. Gracias por considerar que encadeno las palabras con elegancia, y gracias por tomarte las molestias de leerlas, de verdad. Y no creo que hayas cometido ninguna salida de tono, sinceramente. Hasta pronto!

Carvalho -

Diculpa el tono de mi comentario anterior. Va con mi carácter. Que sepas que si me dejo caer por aquí alguna vez y cometo salidas de tono parecidas, lo hago desde el profundísimo respeto que me merece quien se decide a encadenar con elegancia una palabra con otra, para compartir impresiones. Hasta pronto

Suleiman -

ja ja ja...
bien por ti, Carvalho, touché!

Carvalho -

¿Para que quieres una réplica de un fósil? ¿No basta con el original?

Suleiman -

Totalmente de acuerdo, Carvalho, y por eso hay que mantener vivo el interés sobre esas minúsculas partículas, y contemplar esa danza caprichosa, pues ellas nos sirven de lazo con el exterior de la puerta, a la vez que evitan nuestro tedio cuando ésta permanece cerrada. Y si nos dejamos llevar por la ciencia ficción, hay quien asegura que del ADN de un fósil aun se podría extraer una réplica :-)

Gracias por tu comentario.

Carvalho -

Mientras las motas de polvo sigan entreteniéndose en caprichosas coreografías con los palitos de luz que unen la puerta al suelo, no hay problema.
Lo jodido viene cuando se empiezan a posar sobre el observador, formando una capa gris, blanquecina; luego parda cada ves más oscura. Así nace un fósil.
Y es que las partículas de polvo dejan de bailar cuando saben que ya ni las miras, que no te interesan y te aburren. En ese momento, se ponen a dormir contigo. Sobre tí.

Suleiman -

Todos tenemos heridas, más o menos graves, y todos tenemos puertas que se abren o se cierran, pero que siempre dejan entrever ese hilillo de luz que da la esperanza de que se abran. Lo importante es, pues, no tapar nunca ese hilo ni los oidos que nos unen al exterior, ya que nos permiten que aun podamos tener la capacidad de esperar, i de mantener la ilusión.
Como ves, soy optimista por naturaleza, y siempre espero lo mejor de la vida. Igual que en un rio a una cascada le sigue un remanso, en la vida pasamos, inevitablemente, por cataratas que inundan nuestra mente y que nos golpean contra las rocas en nuestro descenso, para más adelante navegar en plácidas aguas mientras disfrutamos de hermosos paisajes.
Un abrazo, y gracias por tus comentarios!

Muda -

No se qué decir...no se si no palabras para describir lo que me inspira o lo que intento leer entre línias, o quizás es no llego a entender las emociones y sentimientos que muestra la metáfora, o quizás es que soy una pesada que quiere siempre buscar los pensamientos, sentimientos y las emociones en las palabra de la gente... seguramente no sé expresar ni entender.

Me ha gustado tu texto, Suleiman! Me ha gustado y me gustaría saber si lo que pienso que sientes, lo que sentía mientras leía es cierto, pero quizás es mejor no saber, todo es ficción, dijiste, creo.....pero no, siempre ahy algo muy interno nuestro en lo que se escribe...o no?

Me ha gustado 'La Puerta', pero me deja un poco intranquila, supura dolor de una o varias heridas...o son mis heridas que se ven reflejadas en Ella.

Quisiera poderte convencer para así también convencerme a mi, que la puerta se abrirá, y las risas, la luz, la felicidad, el amor llenaran la estancia para no abandonarla jamás. Quizás no todos deben llenarla, solo unos cuantos, los suficientes, habrá que encontrarlos, el camino a Itaca..... Quiero decírtelo para decírmelo también a mi.

Un abrazo enorme!