Blogia
El caos controlado de mi mesa de trabajo

CAJON DESASTRE

Subido en mi cajón, en la Speaker’s Corner, mi garganta escupe palabras a borbotones que nadie escucha, el frío hace mella y las intenciones de los pocos que vistan Hyde Park un día como hoy parece que no pasan por pararse a escuchar a un pobre necio que se desgañita sin nada que decir.

Demasiado atrevido, me digo engañándome sobre los motivos de la falta de público, demasiado atrevido lo que quiero decir, y poco habituados los oidos de los transeúntes para mis palabras, definitivamente no están preparados, me justifico. Y sigo con mi perorata, vacío de mi interior todo aquello que me corroe, lo que siento y lo que necesito expresar, y de mi boca brotan palabras, ora violentas y atrevidas, ora dulces y suaves; entonces grito, susurro, clamo, murmuro…

De vez en cuando alguien parece mostrar un ligero interés, me escuchan durante unos segundos, y al cabo, asintiendo  con cara compungida, a veces incrédula, y otras con una cierta hilaridad, bajan la vista y desaparecen continuando su paseo.

Trato de imaginar este mismo escenario lleno de personas siguiendo mi discurso, asintiendo y aclamándome, atendiendo mis palabras y aceptándolas como si yo fuese un profeta, y éstas un dogma de Fé. Y siento miedo por ello, por la responsabilidad de decir algo que arrastre a ese público adonde nunca pretendí, que mi mensaje sea distorsionado y manipulado, y engañado por lo que nunca quise decir.

Así, llego a la conclusión que me debo solo a mi mismo, que todo aquello que digo, o escribo, todo aquello que hago, parte de mi y tiene su destino en mi. Solo es accidental que alguien más que pase por delante de mi cajón en Hyde Park escuche estas palabras y quiera perder parte de su paseo por escucharlas, e incluso las intente comprender.

¿Cual es entonces el objeto de que no abandone esta pequeña parcela donde sigo con mi discurso? Abandonar o continuar son opciones que dan vueltas en mi mente, y que pongo a veces en la balanza, mas ésta siempre se inclina por no dejarme vencer al desánimo, y no podría ser de otra manera, ya que apearme de esta peana donde dejo que fluyan como un torrente todas aquellas ideas que pasan por mi cabeza, donde me libero de las turbias aguas que ocultan el fondo de mis pensamientos y aquellas cristalinas que dan de beber mis sentimientos, supondría agolpar en mi interior la presión del líquido buscando la salida entre las paredes de ese pantano que se iría resquebrajando poco a poco hasta que un día caería roto en mil pedazos y el agua almacenada se dispersaría sin orden, arrasando a su paso todo aquello que encontrase.

No puede ser, no debe ser de otra manera, seguiré en mi cajón en la Speaker’s Corner, continuaré con mi ininteligible arenga para mi deleite, y para todo aquel que quiera escucharla.





0 comentarios